Te recuerdo.
Te recuerdo firme.
Con la firmeza que te dio
la crueldad de una infancia robada.
Te recuerdo cálida.
Con la calidez que emanaba de cada beso
amigo de la noche
y compañero de la mañana.
Te recuerdo frente a mí.
Te recuerdo entera,
aun cuando tu cuerpo se engullía a sí mismo
para privarme de ti.
Acuéstate a mi lado, cielo,
me dijiste desde tu cama blanca.
Ya nadie me llama cielo.