Llegaste a mí
vestida de otoño.
Silenciosa,
sencilla.
Sin el ardor primaveral
que altera los sentidos.
Sin el fuego del estío
que suaviza la brisa.
Llegaste a mí
vestida de otoño.
Y yo, como siempre,
me dejé arrastrar
al invierno infinito
de los que ya nada esperan.
Triste y musical poema.
ResponderEliminarAcentúo los versos finales:
"Y yo, como siempre,
me dejé arrastrar
al invierno infinito
de los que ya nada esperan."
Besos
¿Cuando piensas deleitarnos con tus versos?
ResponderEliminarLes echo de menos.
Un beso grande.